La precarización de la producción editorial
El libro contra la ideología del consumo ¿o un analgésico contra la
ignorancia?

En los albores del siglo XXI se amenazó que la muerte del libro era ya un hecho con la aparición del e-book, y en consecuencia pudo observarse la diversificación de aparatos que el mercado ofrecía para nuestras lecturas, ya que jamás habíamos tenido a nuestra disposición tal cantidad de volúmenes bibliográficos en dispositivos tan pequeños. En perjuicio de este aparente triunfo de la tecnología que deja el papel obsoleto, recomiendo observar en la locomoción colectiva que la gran mayoría de las personas conectadas al celular, tablet u otro dispositivo, muy pocos de ellos degustan un e-book.
Aquellos que clamaban la muerte del libro tras el triunfo de lo digital no estaban haciendo, a mi modo de ver, un buen diagnostico de la situación, pues se puede demostrar que el negocio de los libros es muy rentable, pero para algunos. Sin embargo, este negocio es portador de grandes injusticias, que hay que corregir, y las pequeñas editoriales con grandes editores están luchando contra la ideología del consumo y a favor de una escritura-lectura que se imponga como la posibilidad única de restituir lo social.
El caso es el siguiente: hasta mediados del siglo XIX no existía una diferenciación explícita entre el trabajo de una imprenta y de una editorial, pues los tipógrafos cumplían en cierta medida el rol de un editor. Desde ese momento, por lo menos para América Latina, comenzó a definirse la figura del editor como un agente cultural que se configuró a través de una serie de especializaciones temáticas e ideológicas hasta el año 1973, tomando como referencia el golpe de Estado en Chile, cuando el continente fue asolado por la violencia contra toda manifestación de la diversidad cultural, cuéntese también el repudio contra los libros. Lo que se hizo a partir de ese entonces fue mercantilizar y solo mercantilizar la producción de libros que llamaron industria editorial, cuyas características son muy básicas: un Estado que garantice cuatro cosas: las materias primas, libertad comercial para producir, un mercado fecundo para vender y una oposición local censurada. Lo que permitió a estas grandes empresas publicar lo que estuviera dentro del nuevo canon (mercantilizable); luego la configuración de un lector medio continental y a pesar de ello absolutamente nacionalista y acrítico.
En América Latina las materias primas asociadas a la celulosa no se debaten, tratado de libre comercio con China para la producción material del libro a bajísimos costos, otorgar capacidad de endeudamiento al ciudadano medio, y miles de trabas al ciudadano común para mantener el control por parte de los grupos económicos dominantes sobre todo tipo de proyecto editorial alternativo.
Pues eso ha sido a muy grades rasgos, y hoy la bandera de lucha de todos los grupos económicos editoriales es contra el 19% que grava como impuesto al libro, cosa que las medianas y pequeñas editoriales, ya sean independientes o dependientes de alguna institución o grupo de interés, han hecho suya esa demanda. Cuando en la realidad, y esta es la lectura que propongo, el 19% si bien no me gusta, creo que no es tan perjudicial como las utilidades que gravan al libro.
Se cree generalmente que entre el autor y los lectores hay por lo menos uno o dos intermediarios a lo más tres, que son el editor, la imprenta y la librería, sin embargo son muchos más los oficios, como trabajo técnico especializado que intervienen en la producción de un libro. Antes que el producto llegue a una librería debieron abaratarse muchos costos de producción, --y esto lo saben bien los editores que se han vinculado con todo el proceso productivo-- en la etapa de preprensa los que sufren las consecuencias son las remuneraciones, que en las editoriales grandes se vuelven trabajos precarios y en las editoriales medianas y pequeñas simplemente se renuncia al salario apostando por un éxito de ventas que nunca llega; en el trabajo de imprenta los que pagan las consecuencias son los materiales: papeles, pegados, guillotinas, termo laminados, plisados, etc., ojalá de entre los más económicos los menos malos en calidad. ¿Todo eso para qué? Para poder entregarle a post prensa un producto de muy bajo costo, para alinearse con los costos de las grandes empresas editoriales.
¡!
Desde el siglo XIX que los editores/Imprenteros denuncian los altos impuestos a la industria nacional y la libertad de circulación de capitales extranjeros contra los cuales no se puede competir. Las demandas de protección a la industria nacional es aun legitima.
¿Cuáles y quienes fueron los caídos del proceso productivo? Los materiales y los empleos. O sea lo que le otorga la dignidad al producto. Cómo quisiera entregarle un libro a nuestro lector absolutamente digno, donde su calidad sea de las mejores, con menos daños al medio ambiente en su producción y en su durabilidad, y exento de la explotación de quienes lo produjeron, muchos mal remunerados y otros derechamente no remunerados sino tan sólo portadores de una promesa de negocios. Indigno.
Pero en esto no es la editorial quien gana ese porcentaje de dinero que está entre el costo y el precio de vitrina, pues la editorial no puede gravar sobre el costo más de un 30% del producto (para que no se dispare el precio final), incluido ahí el derecho de autor, pues ahí está el 10% legal para el autor y no en el precio final de vitrina, y ¿para qué? Para que la librería sume su gran porcentaje y el libro tenga un precio promedio. Pero si la idea es estar en las librerías más grandes del mercado, la editorial, sobre todo las medianas y pequeñas, pueden entregarle los libros a un distribuidor quien le sumará su porcentaje (que es superior al 10% del derecho de autor y superior al 30% de utilidad editorial) para entregárselo a la librería quien obviamente le suma su propio porcentaje.
Costo + 30% de utilidad editorial = $X + 10% derecho de autor = $X'+ entre 40% y 80% distribuidor = $X'' + entre 40% y 80% Librería = $X'''+ 19% IVA = $X'''' precio de vitrina.
La propuesta es: proyecto de ley que impida el lucro excesivo con los libros para aumentar el % por Derecho de Autor, aumentar % de utilidad de las pequeñas editoriales, remunerar aquellos trabajos que hoy no se pagan para abaratar costos, mejorar proceso productivo y materiales con el menor daño ecológico. en definitiva la REDISTRIBUCIÓN DE LAS UTILIDADES DEL LIBRO
En consecuencia, si me he logrado explicar, el porcentaje más bajo del libro es el 10% para el autor, el siguiente es el costo del libro que un es poco mayor al anterior, luego el % de utilidades de la editorial que es tan solo un poco mayor que la suma de los dos anteriores, después el % del distribuidor que ese está por sobre la suma de los anteriores %, luego el de la librería que es similar o mayor al del distribuidos pero lo contiene, y finalmente el 19% de IVA.
La lucha contra el 19% de IVA que grava al libro nos desvía la mirada para ignorar las altas utilidades que verdaderamente encarecen los libros
Por lo tanto, tenemos como resultado un libro caro, que contiene la precariedad del trabajo, la precariedad de los materiales y su producción, un autor indignado, un editor empobrecido, un distribuidor que emprende y una librería (grandes cadenas) que se aprovecha.
Recomendaciones: No deje pasar la presentación de un libro, quizás el precio sea un poco más bajo que el de librerías, pero será un libro más digno, con el que el editor podrá pagar mejor el proceso productivo del libro, podrá pagar mejor al autor aumentando el porcentaje base por ley del 10%, tendrá la satisfacción de conocer personalmente a quien escribió el libro y colateralmente obligaremos a las distribuidoras y librerías a bajar sus márgenes de utilidades. La pelea por bajar 19% del IVA a mi modo de ver es una lucha legitima pero secundaria.
La novedad es que los libros de Ediciones A89 ya se encuentran a la veta en la librería Libros Biblionet, ubicada en Caupolicán 360, Local 1 en la comuna de Valdivia!
Están muy económicos!!