Cualquiera pensaría que Patriautmemory se ha quedado en el pasado, que probablemente es un retorno a los 80’s de la Escenas de Avanzada, obra que requeriría una crítica propia de la época. Sus recursos estéticos, su propuesta poética, sus temáticas hacen pensar en aquellos problemas más duros del imaginario popular chileno, y no sólo eso, sino además pareciera intervenir en un debate que no deja de palpitar entre los teóricos desde aquellos años, la relación entre Arte y Política. Sin embargo, mi pregunta es la siguiente ¿Debo entender Patriautmemory? Y no sólo eso, ¿Debo interesarme por Patriautmemory?
Mi hipótesis a seguir aquí es que efectivamente Patriautmemory es una obra que se ha quedado en el pasado, y no sólo eso, sino además desde nuestro presente nos remite a nuestro propio pasado, relacionando un ahora y un otrora, poniendo en discusión y replicando a todas aquellas posturas fundamentalistas -que al fin son una sola- que se satisfacen en imaginar que vivimos en un presente armónico, exentos de conflictos de sentido, lo que permite que la actividad creadora contemporánea local en la escena de una globalización en permanente crecimiento, desposea de la obra todo su caudal crítico que la caracterizó en el siglo XX. Patriautmemory no es sólo una vuelta a los 80’, es por sobre todo una interpelación al arte contemporáneo.
Ver esta obra una sola vez por cierto que es recomendable, pero ver esta obra más de una vez es doblemente recomendable, puesto que los recursos se re-significan, “¡pues cómo! ¡Se les olvidó poner dos sillas!” “¿Pero qué cosas está diciendo Rodrigo?” Pues nada se parece a lo anterior; las sillas en números son distintas, la imagen cruza siempre distintos caminos en la proyección desde el Data Show al telón, esta última vez chocó sobre el respaldo de la silla, lo que hacía pensar. Los recursos están ahí, re-significándose una y otra vez, una obra en mil obras, lo que ha sido llamado una obra abierta como lo acuñó Umberto Eco. No es la interpretación lo que le da la apertura a la obra, no es Hamlet cien veces interpretado, sino más bien es la deconstrucción misma de la obra, es el pensarse a sí misma poniendo en cuestionamiento sus propios recursos, los que emergen por sobre el entendimiento de la concepción de obra. Enfrentarse a una obra abierta es la incitación a volver a interpelarla.
¿Su fracaso? ¿Usted se está preguntando sobre el fracaso de la obra en esta constante reflexividad? Si está pensando en la recepción de la obra, por cierto, cabe la posibilidad, como todo, que no guste; sin embargo eso sería una lectura de primer orden, muy válida por lo demás. Sin embargo no puedo escapar a una lectura de segundo orden, sería que a la obra se le encuentra denegada toda posibilidad de fracaso, tal cosa sucede cuando el fracaso es parte inmanente de la obra respecto de su propia peculiaridad de preguntarse por sí misma permanentemente en cuanto a sus propias condiciones de posibilidad. Si la obra dejara de re-significar sus recursos en un permanente cuestionamiento de sí, para gustar a la crítica, este tipo de obra perece.
Me parece tremendamente cautivante cuando a través de la obra se interpela el propio proceso producción. Uno de los recursos, entre otros, que Patriautmemory utiliza es la metaficción, como aquella posibilidad de la obra, en cuanto a su apertura, de escapar de sí e interpelar al espectador, incluso al propio actor, transformándolo en interlocutor. El parlamento es la posibilidad de salir de obra para ingresar nuevamente en ella en una relación dialógica. El ejemplo lo esclarece todo. El personaje descubre en los periódicos su propia fuente de verdad, brotando de ellos nombres de muchos anónimos hasta entonces; en un instante emerge el nombre del actor –Rodrigo-, a quién interpela como también al espectador por sus propias posibilidades de existencia dentro de aquel problema irreductible que es el trauma. Llegamos armónicos con nuestra propia realidad, creemos saber quiénes somos y pretendemos salir de la obra con ganas de felicitar a los artistas y técnicos que hicieron posible la obra desde nuestra propia armonía de sabernos coherentes; sin embargo, la tremenda capacidad de Patriautmemory para interpelar y situarnos en medio de un problema de histerismo histórico, no sabemos desde donde felicitar. A consecuencia de que el personaje interpeló también a la mano creadora del actor, nos quedamos con la sensación de no saber si las felicitaciones a los artistas es el modo más correcto de reconocimiento.
El problema nuclear de lo que acabo de describir se funda, y con esto termino, en que esta obra se encarga de una cuestión fundamental que muy bien lo retrata Miguel Valderrama, que es la posibilidad dialógica de la obra dentro y fuera de las escrituras post-traumáticas. Circunscribe las características traumáticas del arte post Golpe diferenciándolo de una modernidad utópica. El arte crítico viene a instalar la desilusión de la obra reflexionando sobre sí misma, tal es a saber, la politización del arte. Esta politización en la actualidad funciona en cuanto a que Patriautmemory debate no sólo con la ilusión de un mundo idílico de la izquierda, también con aquella izquierda de "alma bella" -al modo hegeliano-, que se funda sólo y perpetuamente en mostrar los horrores que el otro acomete sobre la misma alma bella; sino también encara aquellos circuitos en que el arte de izquierda se ha colgado al carro del mercado poniendo precio a sus posibilidades críticas.