¡Fuera del Aula!

"Como también han dicho ¡fuera la filosofía! ¡Fuera la Historia! A quién se le puede ocurrir que la Historia y la Filosofía puedan estar en la sala de clases.
Jorge y Juan molestaban al fondo de la sala. Ambos irónicos y respondones a los argumentos del profesor, siempre tenían respuestas para todo, daban alternadamente los datos que nadie sabía si eran ciertos, y jugaban con destreza entre la brisca y los argumentos que siempre dejaban a los adultos en vergüenza sin saber que decir. Ambos inteligentes pero ociosos, odiosos e inmaduros; tenían sus hojas de vida garrapateadas de malas conductas, sobre todo por apuestas en juegos de azar.
Ambos tuvieron una pésima formación familiar. Les enseñaron de chiquititos a opinar, a pensar antes de hablar, de no adivinar sino de inferir, de elegir con argumentos, dominaron tanto el arte del debate que eran capaces de poner cualquier maldad por buena y de poner los argumentos en contra a favor. Hasta les enseñaron a cocinar.
Por las noches no les contaban historias de hadas ni superhéroes, sino las más crudas historias familiares, de grandes mujeres y hombres luchadores afanados por causas perdidas. Conocían y hablaban de sus ancestros como si estuvieran vivos. ¡Qué insolencia a las buenas costumbres!
Adquirieron gran fama en el valle donde vivían, el cura los acusó de ser “semilla del mal” y cuando los Legisladores de la ciudad se enteraron de estos dos rufianes lamentaron que sus padres les hayan enseñado normas tan nefastas de libertad. Hoy ya no caben en la sala.
Los Congresistas hicieron llegar a dos alguaciles al colegio, quienes interrogaron a los profesores reunidos en su magna aula e iniciaron juicio contra ambos bandidos. Allanaron sus hogares y encontraron las Revistas A89 y disLOCAd(os) en sus veladores y los libros de Baradit y Ortega en el baño. No tuvieron abogado ni opinión en el juicio, no hubo profesor que pudiera salvarlos. Se filtraron a la prensa estudiantil los alegatos a favor y en contra cuyos argumentos fueron que dominaban el arte de la memoria histórica y la deducción filosófica. Sus compañeros están consternados, confundidos, nadie sabe si eso es bueno o malo.
A quién se le puede ocurrir –dijeron los alguaciles- que la Historia y la Filosofía puedan estar en la sala de clases con esas conductas.
Hoy toda Sudamérica tiende a expulsar a estos dos zafarranchos de sus salas de clases."